miércoles, 28 de octubre de 2015

Religión y violencia

Los sacrificios humanos y la quema de brujas son sólo dos ejemplos del daño que pueden provocar las personas si en la consecución de sus objetivos intervienen ideas o hechos que son producto de us imaginación. Existen otros casos, como los psicóticos que matan movidos por un delirio, como Charles Manson tratando de acelerar la guerra de razas apocalíptica o John Hinckley para impresionar a Jodie Foster. Sin embargo, el peor daño procede de las creencias religiosas que degradan la vida de personas de carne y hueso, como la fé en que el sufrimiento en este mundo será recompensado en el otro, o que estrellar un avión contra un rascacielos le valdrá al piloto setenta y dos virgenes en el cielo. La creencia de que es posible escapar de las llamas eternas del infierno sólo aceptando a Jesús como salvador hace que sea un imperativo moral coaccionar a la gente para que acepte esa creencia y acallar a todo aquel que siembre dudas sobre ella.

Un peligro todavía mayor de las creencias no verificables es la tentación de defenderlas por medios violentos. Los individuos acaban atados a sus creencias, pues la validez de las mismas se refleja en su competencia, los avala como autoridades y racionaliza su mandato para guiar a los demás. Poner en duda las creencias de una persona es como poner en duda su dignidad, su prestigio y su poder. Y cuando estas creencias se basan sólo en la fé, son cronicamente frágiles. A nadie le perturba creer que las piedras caen hacia abajo y no hacia arriba, pues todas las personas cuerdas lo ven con sus propios ojos. No pasa lo mismo con la creencia de que los bebes nacen con el pecado original, o que Dios existe en tres personas a la vez, o que Ali fue el segundo hombre de inspiración divina después de Mahoma. Cuando los individuos organizan su vida en torno a estas ideas y luego se enteran de que a otros les va bien sin ellas - o peor, que las refutan de forma creíble-, corren el peligro de parecer tontos. Como uno no puede defender una creencia basada en la fé convenciendo a los escépticos de que es verdadera, los creyentes son propensos a reaccionar ante la falta de fe con furia, y acaso intenten vengar esa afrenta a lo que dota de sentido su vida.
Extrapolando las cifras a la población actual, durante las cruzadas muerieron el equivalente a seis millones de personas, masacradas por tener unas creencias diferentes. No sólo aniquilaron a los musulmanes de tierra santa, si no que aprovecharon para arrasar con las poblaciones judías que encontraban en su camino. Las guerras de religión contra los anabaptistas, los luteranos, los protestantes etc causaron más del doble de muertes que la primera y la segunda guerra mundial juntas, en proporción a la población de la época.

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